Recuerdos
del mes de septiembre de 1893
Por Gerardo Valotta
La República
Argentina gemía bajo la presión del estado de sitio de cuyas prerrogativas, el
gobierno abusó descaradamente.
Las provincias
sometidas al militarismo; los hombres más eminentes presos o desterrados,
militares perseguidos, otros espiados; así nos encontrábamos envueltos en esa
atmósfera, de una dictadura disimulada, en los luctuosos días de septiembre.
La idea de una
revuelta general venía haciendo camino, porque era imposible sufrir por más
tiempo (sin convertirse en esclavos) la ignominia de un gobierno de fuerza,
haciendo presión sobre la mayoría de los ciudadanos de un país que se precia de
ser libre y viril.
Las armas de la
Nación y sus soldados, se mandaban donde las almas fuertes se levantaban para
luchar contra el abuso y en defensa de sus derechos. Los militares obedeciendo
a las ordenanzas eran convertidos en agentes políticos, por los que saben
aprovechar de esa obediencia en beneficio de sus ambiciones personales.
El Ministerio del
Interior no perdía oportunidad para demostrar su energía, por lo que toda la
Nación, muy poco tiempo después de hacerse cargo de la cartera el doctor
Quintana, era un verdadero caos.
El 11 de línea se
sublevó en Tucumán.
En Santa Fe se
luchaba, y una compañía del 3 de línea se suma a la revolución.
La división de
torpedos del Tigre se sublevó.
El acorazado “Los
Andes” que debía llevar armas a Entre Ríos, las llevó al Rosario a los
revolucionarios.
Es imposible que a
un gobierno bien intencionado puedan sucederle estas cosas; es, pues, evidente
que el doctor Sáenz Peña no pueda gobernar un país sin un partido; él no lo
tiene ni lo tendrá; su época será desastrosa, no solo para su buen nombre, sino
para toda la Nación que, como se va viendo, políticamente cada día empeora.
Analicemos bien
todos los acontecimientos de los dos primeros años de su gobierno, y cualquiera
quedará asombrado, que a un hombre con fama de bueno e inteligente, se haya
dejado arrastrar por las ideas bastardas de algunos hombres que no han tenido
más miras que su ambición personal y vanidades pueriles.
Nada, pues, se ha
respetado y por lo consiguiente estalló un buen día el movimiento en que todos
nos encontramos envueltos, cuyos resultados están sufriendo unos cuantos
patriotas en la cárcel y otros en la emigración.
Las narraciones
siguientes, escritas en los momentos de ocio que han sobrado en los quince
meses que llevan de emigrados los distinguidos oficiales del ejército y marina,
han sido recopiladas para su publicación, a fin de hacer llegar el eco verídico
a oídos de todos los compatriotas; pues los partes oficiales han hecho gala de
mentiras y es bueno poner las cosas en su verdadero lugar.
Montevideo, 1 de diciembre de 1894.
Porqué
nos apoderamos de “Los Andes”
Se debe una explicación,
sobre este movimiento casi aislado, porque es lógico que muchos creerán que
fuese el único buque comprometido en la revolución de septiembre de 1893. No,
señor; la Escuadra estaba comprometida; es decir, había elementos en mayoría en
casi todos los buques, menos en el “9 de julio”, en el que se hallaba embarcado
el alférez de fragata don Francisco Borges, que fue pedido expresamente para
“Los Andes” a fin de no dejarle solo, en donde no hubiese podido actuar; su
pase fue concedido inmediatamente.
Debo también, por
delicadeza, reservarme los nombres de los jefes y oficiales comprometidos,
porque creo que sería inútil aumentar las víctimas, que, con las habidas,
sobran ya.
La orden de marcha
para el Paraná, dada “Los Andes”, vino del buque jefe acorazado “Almirante
Brown”, con el objeto de llevar armas para la guardia nacional de Entre Ríos y
poner el buque a las órdenes del señor gobernador Sabá Hernandez.
Los encargados de
dirigir el movimiento en la Escuadra, dieron la orden de que nos apoderásemos
del buque inmediatamente de pasar la isla Martín García, que todo estaba bien
combinado; por la noche pasaría la División de Torpedos para los ríos, y que el
grueso de la escuadra se movería al día siguiente.
Nosotros zarpamos
el día 25 de septiembre a las 3 p.m. y fondeamos afuera de Martín García al
oscurecer, en el paraje denominado “El Globo”.
Antes de continuar
la narración de estos lamentables sucesos, debo poner de manifiesto todos los
antecedentes, de las medidas de precaución que el gobierno tomaba respecto de
“Los Andes”, a fin de dejar todo lo más claro posible para el mejor juicio que
deberán hacerse los lectores, no importa la opinión política que profesen.
Llegado el capitán
Valotta de Europa, con el acorazado “Independencia”, en el que desempeñaba el
puesto de 3º Comandante, un buen día recibió orden de pasar como 2º Comandante
Interino a “Los Andes”, que se hallaba a la sazón en desarme, recostado en las
bajas barranquitas del Tigre, semi-abandonado, sin tripulación y sin material
de ninguna especie.
Se presentó en los
primeros días de septiembre, al Comandante Capitán de Fragata don Juan Aguirre.
El único oficial
que había en el buque era el Teniente de Fragata don Alberto Encina, que había
pasado ese día en comisión del acorazado “El Plata” con cuarenta hombres de
tropa, perteneciente al piquete de Marina.
Inútil es decir
que este personal de tropa era completamente bisoño en la profesión que
representaban sus trajes. ¡Fueron mandados por el Estado Mayor de Marina para
tripular “Los Andes”!
A toda prisa se
embarcó lo más necesario de los talleres de Marina. Así se armó el buque en 48
horas para desempeñar la comisión de Pontón Flotante.
Fuimos a Zárate
donde la cañonera “Uruguay” nos entregó el armamento que tenía a su bordo y que
lo había recibido del arsenal, es decir: 8.000 remingtons, 2.000 carabinas,
600.000 tiros a bala id, unos cañones varios sistemas, sables, fornituras y 40
cargas para los cañones de 20 cm.
Dos días después
fondeábamos a 600 metros del “9 de julio”, donde el Capitán de Navío don Martín
Rivadavia, jefe accidental de la Escuadra, hacía gala de exactitud, pues nos
hizo zarpar tres veces, para hacernos fondear matemáticamente a los 600 metros,
bajo los puntos de la mira de sus cañoncitos de tiro rápido.
El Comandante Aguirre
fue cambiado en Zárate y vino en su reemplazo el de igual jerarquía don Eduardo
Lan.
Muy pocos días
duró este jefe siendo reemplazado por el Comandante don Ramón Flores. Todos
estos relevos, debían perjudicar forzosamente la disciplina. Los Oficiales hacían
muchos comentarios al respecto.
Pero no se paró en
esto solamente, sino que el Comandante Flores relevar una parte de la tropa
embarcada en “Los Andes”; cambio que se hizo ese mismo día, trasladándose del
ariete “Maipú” 26 hombres, en su mayor parte clases; esta medida nos llamó
justamente la atención.
La falta de
Oficiales para el servicio diario y vigilancia, aunque sobraba con la que tenía
el “9 de julio”, pues toda la atención nocturna de su jefe Capitán de Navío don
Martín Rivadavia, era para el acorazado “Los Andes”; tal vez tuviese ya aviso
que en el buque había radicales y tendría deseos de estrenar la pólvora Cordita,
como lo supo hacer con las débiles torpederas.
Mandaron del “9 de
julio” al guardia-marina don Santiago Durán y el de igual clase Eduardo Brown
del Acorazado “almirante Brown”, y así se estableció el servicio con bastante
recargo para éstos.
Varios días
después se incorporaron por orden superior el Alférez de Fragata César
Finoquetto, guardia marina Alejandro Contal y el Comisario Pagador Massa
(radicales).
¿Quién era la mano
oculta que movía estos hilos? La mayoría de los Oficiales estaban indicados
como radicales ¿por quién?
Por uno de esos
jefes que asistió a una casa de la calle Cuyo... ¿Entonces, porqué se les daba
mando? Así, pues, diré que “Los Andes” se adhirió a la revolución por una orden
expresa y que alguien embarcaba a esos Oficiales por indicación.
Es necesario que
la responsabilidad de los levantamientos aislados, de una parte de las fuerzas
de mar, que se efectuaron por una mala dirección, no recaigan solamente sobre
aquellos que obedecieron órdenes emanadas de los que dirigían el movimiento.
Los iniciadores
hoy se encuentran en completa libertad, mientras que los que cumplieron sus
compromisos se hallan en la cárcel o emigrados. Creyeron en la palabra de honor
de sus compañeros y no trepidaron en lanzarse con la seguridad de que toda la
Escuadra se movería a favor de un gran movimiento Nacional, en el que debía
actuar conjuntamente el Pueblo y el Ejército. ¿Para qué ordenaron esos
movimientos, si nos dejarían abandonados?
Cómo
fue secuestrado “Los Andes” por sus Oficiales
A las 6 y 30 a.m.
del día 26 de septiembre de 1894, al enfrentar la punta Norte de la Isla Martín
García, una embarcación de guerra nos hizo señas que parásemos; efectuada la
maniobra correspondiente, atracó a nuestro costado un bote perteneciente a la
bombardera “Bermejo” con el Alférez de Navío Gregorio Díaz, quien trajo una
nota para el señor Comandante; recibido el pliego, el bote se largó y “Los
Andes” continuó su marcha aguas arriba.
El jefe leía con
calma aparente, aunque se notaban ciertas miradas laterales y mucha palidez, lo
que nos hizo sospechar que había noticias serias. A los pocos minutos llamó al
2º Comandante: “Lea Ud. Esto, Capitán”. El extracto es lo siguiente: El
Gobernador de la Isla transcribía al Comandante de “Los Andes” el telegrama
recibido del señor Ministro de Guerra y Marina, donde le comunicaba el
sublevamiento de la torpedera “Murature” y num. 7 y que avisaran al jefe de
“Los Andes” que se dirigían a los ríos, por consiguiente que las batiera donde
las encontrara, porque no llevaban torpedos.
Ahora bien: ¿con
la orden que teníamos, hubiese sido correcto batir a nuestros amigos, cuando
esto era una prueba que el movimiento se venía ejecutando? Se resolvió por
unanimidad apoderarnos del buque, antes de tener un encuentro con las
torpederas para evitar una masacre, como lo estaban efectuando en ese momento
los buques de la Escuadra. Página negra, que desgraciadamente no se podrá
borrar, porque los muertos no olvidan y el rastro de la premeditación de
aquellos que reunidos se enteraron que las dos débiles embarcaciones iban
desarmadas a incorporarse a la Escuadra y que fueran recibidas a cañonazos por
todo el poder naval de la Nación... no tiene nombre. Difícilmente se borrará de
la memoria de los argentinos semejante atrocidad.
Los jefes no
podían ignorar que las lanchas iban desarmadas; en todo caso el Jefe de la
Escuadra lo sabía, porque le fue comunicado a él, de la misma manera que al
Gobernador de la Isla de Martín García.
Se dio orden de
aprontar el buque para el combate; mientras los subalternos se ocupaban de
esto, de común acuerdo todos los Oficiales le intimaron al señor Comandante
Flores, en nombre del pueblo, el mando del buque, debido a un movimiento que
hizo para desprenderse de su capa con intención de resistirse, y temiendo que
así lo hiciera, dadas las medidas de rigor que había tomado la noche anterior y
las amenazas de ahogar en sangre cualquiera tentativa, se le hizo un disparo de
revólver a su izquierda a fin de que no hiciera inútiles esfuerzos, y, por el
movimiento lateral que efectuó, la bala le rozó el hombro; herida pequeñísima
que el Alférez Finoquetto curó, extrayendo el proyectil con solo tocarle.
Hay que lamentar
este incidente, porque al ir al puente el mismo Capitán, era para pedirle la
entrega del buque, y lo hacía justamente para evitar efusión de sangre.
Pero es muy
difícil dominar el estado nervioso en casos tan anormales y extraordinarios; a
más las precauciones del Jefe hacían temer que la tropa tuviese órdenes
reservadas; por suerte se dominó inmediatamente y, al grito de ¡Viva la
Revolución! ¡Viva el Partido Radical! la tropa correspondió a la idea general.
Nos encontrábamos
a dos millas arriba de Martín García.
Mientras se le
prestaba al Jefe las primeras atenciones, se aprontó un bote, se embarcaron
víveres, se nombraron cuatro hombres, dándole sus mismos asistentes, para que
lo acompañaran y atendieran. Y éstos no querían abandonar “Los Andes”; deseaban
de todas maneras seguir nuestra suerte.
El Teniente de
Fragata don Pablo Goyena que se hallaba arrestado, no habiendo querido
adherirse a la revolución, se le embarcó en el mismo bote con todo su equipaje.
Despidióse, dando las gracias.
Acto continuo se
hizo formar tropa, diciéndoles en alta voz, que el que quisiera desembarcar
estaba completamente libre, pues a nadie se le obligaría a seguir en contra de
su voluntad. Todos contestaron espontáneamente ¡Viva la Unión Cívica Radical!
¡Viva el doctor Alem! Así continuamos nuestro viaje aguas arriba con destino al
Rosario, como estaba ordenado.
Queda pues
constatado, sin dar nombres propios por el momento, que la adhesión del
acorazado “Los Andes” a la revolución, respondía a órdenes impartidas, no solamente
a nosotros, sino para todos los puntos donde existían fuerzas de marina; por
esta razón creo muy lógico que no deberá dejarse la responsabilidad absoluta
sobre los oficiales de “Los Andes”.
Estoy esperanzado,
pues, que la verdad salga a la luz, cuando se vaya descorriendo el telón tras
el cual se ocultan los verdaderos iniciadores.
No se puede
admitir sin protesta que nuestros compañeros nos hayan dejado abandonados en
medio de una gran contienda; donde con la cooperación general se hubiese evitado
sangre y sacrificios estériles, cuyas consecuencias sufrió la Nación.
Y dado el caso que
no quieran actuar, como así ha sucedido ¡qué móvil los guía para ordenar
aislados movimientos?
Acontecimientos
varios
Serían las 2 p.m.
cuando se avistó el aviso “Gaviota”; al pasar por nuestro costado fue detenido
por el Oficial de guardia, quien preguntó al Capitán Cabral qué destino
llevaba.
Este oficial nos
dio noticias exactas de la adhesión a la revolución de las torpederas
“Murature” y núm. 7, y que el mismo había visto que se dirigían con rumbo a los
ríos.
Sin violentar en
lo más mínimo a dicho oficial se le ordenó continuara el viaje en convoy,
debiendo marchar a cincuenta metros por la proa de “Los Andes”.
Así continuó
cumpliendo las órdenes que se le habían dado, de dar aviso, mediante dos
silbatos, inmediatamente que avistara buques a vapor. La precaución de mandarlo
a vanguardia respondía también a la creencia que teníamos que el gobierno
hubiese podido colocar torpedos de fondo en el Paso de Obligado, llevados por
tierra en ferrocarril rápidamente y colocados en la angostura.
Por repetidas
veces hubo que hacerles señales, porque alargaba la distancia convenida.
Una hora más tarde
llegó el señor Teniente de Navío Sundbland en un vaporcito de “La Veloce”.
Habiéndosele
permitido acercarse, previas ciertas medidas de precaución, se entabló el
siguiente diálogo:
S.—Tengo una nota
para el Comandante Flores.
V.—Muy bien; el
Jefe se encuentra enfermo y hay órdenes severas de no dejar pasar ninguna
fuerza armada por los ríos; puede Ud. Abrir la nota y leerla.
S.—Creo que se
refiere al sublevamiento de las torpederas “Murature” y núm. 7
V.—Ya tenemos
noticias al respecto comunicadas por el Gobernador de la Isla de Martín García,
por orden del Ministro de Guerra; sin embargo, abra y léala, de viva voz.
Después de un
momento de reflexión leyó con voz fuerte más o menos el extracto siguiente:
Al señor
Comandante del acorazado “Los Andes” Capitán de Fragata don Ramón
Flores.—Comunico a Ud. que las torpederas “Murature” y núm. 7 se han sublevado
y han tomado rumbo a los ríos.
Bátalas en donde
las encuentre. No llevan torpedos.
Firmado: Daniel de
Solier
Acompañaban al
Mayor Sundblad el Alférez de Navío Aldao con diez hombres armados y
municionados, pertenecientes al acorazado “Almirante Brown”; y se supone que el
Inspector de Máquinas señor Ruggeroni que también venía, ejercía las funciones
de secretario.
En vista de esto
se le ordenó hiciera pasar la gente armada a “Los Andes” y el Mayor pidió se le
diese una orden por escrito.
Hecha la orden por
el escribiente, se le entregó, atracando enseguida al costado de babor del
vapor “Gaviota” y trasbordaron la gente, pasando de este último a por lo que quedaron incorporados a nuestras
fuerzas.
Una vez listos con
esta operación se les dejó libres y con el derecho a regresar o hacer lo que
mejor les conveniese.
Tanto el Mayor
Sundblad, el Alférez Aldao y el Inspector de Máquinas Ruggeroni, se despidieron
amablemente y emprendieron la retirada aguas abajo.
Esta ha sido la
norma de nuestra conducta con Jefes y Oficiales que podríamos haber hecho
prisioneros.
Continuamos aguas
arriba sin novedad hasta el anochecer, hora en que, por un descuido del Oficial
de servicio, el “Gaviota”, aprovechando avisar con sus silbatos la venida de un
vapor, dio fuerza a su máquina, fugándose por uno de los brazos del río que
comunican al Capitán.
Aunque no tenía
importancia la detención de ese vaporcito hubiese sido útil para remolcar a
“Los Andes” una vez que hubiésemos pasado Obligado.
A las 9 p.m. del mismo
día, como “Los Andes” caminaba muy poco (cinco millas), resolvimos detener un
remolcador, tomando al “Lavalle”, el que fue acoderado al costado de babor que
nos tironeó hasta el Rosario haciendo adelantar nuestro viaje.
Mientras
navegábamos, trasbordamos armas al vapor remolcador, con el objeto de que en el
caso de ser sorprendidos por los buques del Gobierno, mientras nosotros nos
defenderíamos, él seguiría a toda fuerza al Rosario con el armamento.
Durante la
navegación la tripulación no ha tenido descanso, pues siempre que se avistaban
buques a vapor debían acudir a sus puestos de combate al toque de generala
y generala.
Estos movimientos
se repetían muy frecuentemente, por lo que la gente llegó muy extenuada.
Llegada
a San Nicolás
A las 5 p.m. enfrentamos
a San Nicolás; vimos a un hombre que hacía señas con un pañuelo desde una canoa
que se dirigía hacia nosotros. Se mandó parar la máquina y lo esperamos.
Momentos después
nos hacía entrega de un telegrama y se largó de costado.
El contenido del
telegrama es el siguiente: el Coronel Balza comunicaba al General Winter que
hiciera llegar a conocimiento de los Oficiales de “Los Andes” el fracaso del
levantamiento de la Escuadra, y que la torpedera “Murature” había sido echada a
pique, a más que el Ejército marchaba sobre el Rosario a someter a los
insurrectos.
El General Winter
agregaba al dorso de este telegrama palabras llenas de patriotismo que
lamentamos no haberlas podido contestar en ese momento, pues nos aconsejaba
desistiéramos y volviésemos sobre nuestros pasos. En el mismo sentido se
expresaba el Sub-prefecto señor Ballesteros.
En vista de estas
desconsoladoras noticias, reunidos todos los Oficiales en la cámara,
resolvieron por unanimidad continuar adelante hasta llegar al Rosario para
cerciorarse si efectivamente había fracasado el movimiento nacional, lamentando
no haber tenido tiempo de contestar al atencioso telegrama del Coronel Balza y
a las indicaciones del señor General Winter y Mayor Ballesteros.
Nuestros
compromisos no nos permitían poder retroceder hasta tanto no hablásemos con un
miembro de la Junta Revolucionaria.
A cinco millas del
Rosario nos vino a recibir una parte de la Junta Revolucionaria con el
vaporcito “Victoria R.”. Venían en él los doctores Molina, Torino, señor Spiro
Ungaro y muchos otros que no se recuerdan sus nombres en este momento.
Paramos la
máquina, recibiendo a bordo a estos caballeros, quienes se enteraron de todo lo
que había pasado, pues todo se les comunicó, mostrándoles el aviso del señor
Coronel Balza.
Llegados al
Rosario algo tarde, quedamos varados frente a la ciudad toda esa noche (27 de
septiembre). A pesar del esfuerzo que se hizo con varios remolcadores para
zafarnos no lo pudimos conseguir, por lo que hubo que tener una extrema
vigilancia creyendo que nos atacarían.
Toda esa noche se
empleó en el desembarco de armas y así se empezó a armar al pueblo del Rosario
por resolución de la Junta Revolucionaria. A la madrugada del día 28 zafamos de
la varadura, fondeando frente a la Aduana. Todo ese día se empleó en el
desembarco del armamento.
Día 29
de septiembre de 1893
El combate
La noche del día
28 se pasó sin novedad alguna extraordinaria; solamente se tomaron las medidas
necesarias a fin de observar una estricta vigilancia, por si el Gobierno
hubiese mandado atacarnos con torpederas. Las principales precauciones tomadas
fueron colocar cuatro vaporcitos alrededor de “Los Andes” que servían de
cantones avanzados.
La tropa embarcada
en estos vaporcitos fue mandada de tierra, componiéndose de ciudadanos, formando
un total aproximado de doscientos hombres.
El día 29 por la
mañana la Junta Revolucionaria tuvo noticias que dos buques de guerra habían
llegado a San Nicolás, sin saber con seguridad los nombres, pero suponían que
fueran el “Patagonia” y “Espora”. Consultados sobre el poder de estos buques se
manifestó la superioridad de éstos sobre “Los Andes”.
A las 9 a.m. ya
supimos con seguridad que los buques en marcha hacia el Rosario eran el
“Independencia” y el “Espora”, por
noticias que trajo el Guardia-marina Contal; quien había salido la noche
anterior en reconocimiento del río hasta más abajo de San Nicolás. Este Oficial
dijo que los buques permanecían fieles al gobierno y que venían forzando su
marcha.
A las 10 a.m. el
semáforo que se había establecido en la barranca sur del Rosario nos anunció
con una señal convenida que los buques estaban a la vista.
Conociendo la
diferencia de calado de los barcos que iban a entrar en acción, aprovechando un
banco de arena con bastante agua en los extremos para “Los Andes” y muy alto en
el centro, se resolvió colocarse en el extremo norte, quedando así
completamente resguardado de los lanzamientos de torpedos que pudieran habernos
hecho aguas arriba.
Se pidieron
refuerzos al jefe de la Plaza, colocando gente armada en los buques mercantes
para estar prevenido al ataque, aunque nuestra creencia hasta el último momento
siempre fue que el "Independencia" y el "Espora" se
replegarían a la revolución en primera oportunidad, y que solamente una
delación o un imposible no les habría permitido pronunciarse anteriormente,
dados los compromisos existentes y que ¡tan creídos estábamos nosotros!
A las 10 y 20 a.m.
avistamos desde a bordo, al "Espora" que venía a vanguardia del
"Independencia" a unos 600 metros, y que por la actitud que traían se
conocía perfectamente que la intención era de atacar y lanzar torpedos; de otra
manera no se explica que viniese este débil buque a vanguardia.
El Comandante
Correa dice que los había mandado para el reconocimiento del puerto. En este
caso ¿porqué venía con su gente en sus puestos de combate?
Nosotros
observábamos sus mástiles, a fin de descubrir alguna señal que indicara
parlamento, pero no fue así. A los 4.000 metros el "Espora" izó la
señal Enemigos en el Puerto.
En este caso era
lógico que nos preparásemos para la defensa. Acto continuo se tocó zafarrancho
de combate y nos aprontamos para la resistencia. Esperamos en esta actitud
hasta que el "Espora" siempre avanzando se colocó por sí mismo bajo
el campo de tiro de las piezas de la torre; es decir, a 3.500 metros, momento
que se le hizo el primer disparo y que picó muy cerca de él.
Queda probado,
pues, que “Los Andes” no buscó la acción puesto que estaba fondeado donde
quedó, durante todo el combate, girando sobre el ancla, a fin de poder hacer
fuego cuando las circunstancias se lo permitiesen.
No era posible
dejar atracar a nuestro costado a buques que con solo lanzar un torpedo nos
hubieran hecho volar, sin por lo menos hacer una defensa honrosa para el buen
nombre de la marina y del país.
El honor de las
armas nos exigía una resistencia que si no ha sido heroica ha llenado de
orgullo a la Nación.
Esta actitud no
hubiese sido posible de ninguna manera, si hubiéramos dejado acercar al
"Espora" a tiro de torpedo; es decir, a 800 metros o menos.
El
"Espora" contestó el fuego con sus cañones de tiro rápido durante
veinte minutos. El "Independencia" adelantóse viniendo a colocarse a
3.000 metros en la parte derecha del banco, con el que nos cañonamos durante
hora y media; el segundo haciendo un fuego rapidísimo y “Los Andes” cada diez
minutos un disparo. En este intervalo el "Independencia" siguió
avanzando, hasta los 1.200 metros, momento en que suspendió el fuego izando una
señal que significaba "venga a bordo el Comandante". En vista de esto
nosotros también suspendimos el fuego.
Anteriormente el
"Espora" había quedado a la retaguardia del
"Independencia", haciendo fuego por intervalos, durante algunos
minutos; es decir, hasta las 11 a.m. -momento en que el
"Independencia" le hizo otra señal- por lo que vimos inmediatamente
maniobrar al "Espora" colocándose al costado de estribor del
"Independencia"; maniobra que no pudimos explicarnos, mucho más
cuando continuaba el combate, haciendo suponer que tuviera averías serias; o ¿tal
vez el señor Comandante Correa confiaba en esta maniobra para guarecerlo de los
tiros por suerte poco certeros de “Los Andes”?
Las punterías, en
general, fueron malas. Los primeros tiros del "Espora", muy altos,
algunos atravesaron los mástiles. Los del "Independencia", variados,
unos cortos, otros largos, algunos regulares, y muy pocos en el blanco, siendo
éstos últimos un total de seis a siete en doscientos, lo que da un 3 %; pocos,
por cierto, cuando se trata de artillería de gran alcance y con un blanco de
186 pies por 44 id, teniendo una altura de cinco metros, blanco fijo y en un
río completamente en calma y un enemigo inferior en poder.
Nuestros disparos
fueron también malos, pero debemos explicar que la torre no funcionaba bien a
causa de la válvula a vapor que no cerraba inmediatamente de haberse hecho la
puntería, exigiendo esto un cambio continuo, lo que hacía siempre variar
nuestros tiros. Además no teníamos sextante a bordo para poder obtener buenas
distancias.
Al tercer disparo
que se hizo con la pieza de estribor de la torre, quedó desmontada a causa de
un olvido del encargado del compresor, que lo dejó abierto, produciéndose un
retroceso violento.
Desde ese momento
continuamos batiéndonos con una sola pieza.
A las 11 y 15 a.m.
recibió “Los Andes” un tiro formidable en la aleta de babor sobre la línea de
flotación, que, atravesando la cámara del 2º Comandante, mamparos y camarotes
concluyó por separar una de las chapas de la coraza de la banda de estribor,
por donde el buque empezó a hacer agua.
Inmediatamente de
haber llegado esto a conocimiento del Jefe se ordenó alimentar las calderas con
el agua que hubiese en la sentina, medida que fue suficiente para evitar el
avance del agua.
Los demás tiros
recibidos fueron algunos de pequeño calibre del "Espora" que cayeron
uno en cubierta, varios en los palos y uno en el ancla de babor, cuyo proyectil
quedó bailando con su culote en cubierta, siendo recogido por uno de los
prácticos.
Un tiro de 12 cm
del "Independencia" penetró el guarda-calor de babor a un metro más o
menos de la casa-mata.
Algunos cascos de
granada llegaron a picar a bordo sin hacer daño de consideración. Es obvio
citar los cientos de tiros que ambos buques hicieron con sus ametralladoras
Nordenfelt de 37 mm que, por nuestra suerte, pasaron altos.
Hoy nos felicitamos
mutuamente de ello. Todo perjuicio que hubiésemos causado tendríamos que
lamentarlo grandemente y jamás podríamos conformarnos con la muerte de nuestros
hermanos, que las pasiones políticas nos colocaron frente a frente en la lucha fraticida y que
hoy con más calma podemos apreciar el peligro en que nos hemos encontrado unos
y otros en defensa de los ideales que perseguíamos.
Quiera Dios que
este sea el último ejemplo en la historia de nuestras luchas políticas para
bien de la patria.
Debemos hacer
constar que el Parlamento fue a bordo del "Independencia", mandado
por la Junta Revolucionaria y no de parte del Capitán Valotta, como afirma el
Comandante Correa en su parte de gobierno. Los mismos comisionados de regreso
del "Independencia" manifestaron que el señor Comandante Correa lo
llamaba a su bordo a lo que se negó diciendo: que si quería hablar viniese a
bordo de “Los Andes”.
Así, pues, no hubo
insolencia mal disimulada, sino dignidad, lo que debe tener todo hombre
y mucho más un militar.
Más tarde supimos
que el Parlamento había sido mandado de tierra en la creencia que el
"Independencia" al haber izado señales las suponía fueran favorables
al movimiento y no para tratar la entrega de “Los Andes” pues sus Oficiales
estaban dispuestos al sacrificio, a no haber mediado la Junta Revolucionaria.
La maniobra que
vio el Comandante Correa y que afirma en su parte que “Los Andes” se retiró del
campo de acción recostándose a tierra y poniéndose al abrigo de buques
mercantes, era para zarpar, disponiéndose un ataque de espolón al
"Independencia" y se dieron órdenes a los vaporcitos para que se
dispusieran para abordar al "Espora".
Decididos a luchar
hasta la muerte, La Junta Revolucionaria solo pudo hacernos desistir de nuestro
empeño, pues una de las causas más importantes era evitar males más terribles,
como ser el bombardeo de la ciudad del Rosario amenazada por el Jefe de las
fuerzas navales; aunque de hecho hubo principios de bombardeo, probándose esto
por algunas granadas lanzadas sobre los galpones del Ferrocarril Central
Argentino y que pusieron en alarma la población.
En el parte se lee
también con bastante extrañeza la aseveración que de las barracas se hizo fuego
de cañón y ametralladora, lo que es incierto; solamente se tiró con fusiles.
Los cañones fueron
armados después del combate.
También debemos
hacer constar que los buques mercantes fueron notificados con anterioridad por
intermedio de la Sub-prefectura, a fin de que despejaran el Puerto para evitar
los perjuicios que podríanle sobrevenir en caso de ser atacados.
Si éstos no se
retiraron no fue por falta de aviso. Es obvio repetir que a “Los Andes” le era
ventajoso quedarse resguardado del banco que hay frente a la ciudad.
Se resolvió
después de un gran debate la entrega de “Los Andes”, bajo las siguientes
condiciones:
1. Desembarcar
todo el material bélico.
2. Desembarco de
toda la tripulación.
3. Hacer un
disparo al aire.
Condiciones que
fueron aceptadas por el Jefe de las fuerzas navales, quien nos dio dos horas de
tiempo para efectuarlas, empezando estas operaciones inmediatamente.
No siendo
suficiente este plazo, el Mayor Guerrero gestionó dos horas más, que fueron
concedidas.
A las 2 p.m. se
empezó a desembarcar el resto del armamento que teníamos en depósito, se
desembarcaron las ametralladoras, mandándolas a tierra, como también los granos
de los cañones de 20 cm.
A las 8 p.m.
entregamos el buque al Mayor Guerrero, quien había intervenido en el convenio
para que así se efectuara. Este es otro punto que el señor Comandante Correa
deja oscuro, pues afirma en un reportaje que encontró a “Los Andes” abandonado
en medio del río.
Dos vaporcitos se
encargaron de llevarnos a tierra con todos nuestros equipajes, incluso las
camas de los marineros, cosa que le ha extrañado al Comandante Correa.
Si esta conducta
observada con todo orden y disciplina por los tripulantes de “Los Andes” se
llama piratear, el señor Comandante del "Independencia", hoy,
con más clama y sin pasión, reconocerá que estuvo en un gran error al hacer
semejante cargo.
Al dejar “Los
Andes” la tropa prorrumpió en vivas a la patria y entusiasmados fueron a
incorporarse a las fuerzas revolucionarias de la ciudad.
Al día siguiente,
30 de septiembre, se armaron dos piezas Krupp de 9 cm y al mando del Teniente
de Fragata don Alberto Encina y los Oficiales Borges y Brown con la tripulación
de “Los Andes” fueron a "Alberdi" a incorporarse a las fuerzas que
mandaba el Mayor Guerrero acampando en ese punto a las 9 p.m.
Al relatar todos
estos tristes como lamentables acontecimientos, es para probar una vez más la
decisión con que todos fueron tan desinteresadamente a esta lucha sin más
ambición que el ideal que aspiraban, es decir, el bien de la patria.
Puestos de los
señores Oficiales durante el combate
En la torre:
Alférez de Fragata César Finoquetto y Francisco Borges.
Ametralladora de
popa: Guardia-marina Santiago Durán.
Ametralladora del
centro: Guardia-marina Eduardo Brown.
Ayudante del Jefe:
Guardia-marina Alejandro S. Contal.
En el puente:
Capitán Alberto Encina con 50 hombres armados a Mauser.
Se agregaron a
éstos, generosamente, el día de combate, los distinguidos jóvenes del Rosario
Show, Nervi, Díaz, Marmol, los hermanos Rolla y otros que sentimos no recordar
sus nombres, quienes se portaron con valentía y serenidad durante la acción.
Datos sobre el
monitor “Los Andes”
Fue construido en
los talleres de "Laird Broder" en Birhenhead en el año 1875. Su
desplazamiento es de 1535 toneladas, blindaje en los costados 6’ en su parte
mayor, disminuyendo hacia popa y proa. Torre giratoria de 8’ de espesor.
Artillería
- 2 cañones A. R.
de 20 cm instalados en la torre, sobre montaje fijo. Las cureñas son de
corredera modelo Almirantazgo Inglés.
- 3 ametralladoras
Hotkehisg de 37 mm, de cinco caños.
- 2 piecitas para
salvas de avancarga.
Dimensiones
Largo: 186’ pies;
manga: 44’ pies; calado: 9-’6” pies.
Maquinarias
2 máquinas
horizontales con 750 caballos de fuerza, 2 calderas, 1 guinche a vapor para
levar las anclas, engranajes movidos a vapor para mover las torres, 2 hélices.
Personal
Comandante:
Capitán de Fragata Ramón Flores (fue desembarcado)
2º Comandante:
Teniente de Fragata Gerardo Valotta.
Oficiales:
Teniente de Fragata Alberto Encina, Alférez de Fragata Francisco Borges,
Alférez de Fragata César Finoquetto.
Guardias-marinas:
Santiago Durán, Alejandro Contal, Eduardo Brown.
60 hombres tropa.
Maquinistas:
1º maquinista:
Tomás Freilan (herido).
2º maquinista:
Tomás Marcos.
3º maquinista: Michel Steell.
Un guarda máquina
NN (herido).
12 foguistas.
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